«Bosque frío», de Patrick McCabe, por Jesús Lens

¡Ay, Irlanda, Irlanda! La Verde Erín, el Tigre Celta, la madre de Ryanair, la patria de la Guinnes, pueblo de escritores, poetas, músicos y dramaturgos sin igual, cuna de Premios Nobel de Literatura, origen de esa música que envuelve los sentidos… Irlanda, escenario de gestas mitológicas sin igual, protagonizadas por seres proteicos como Dadga o Cuchulain. Irlanda, la tierra de “El hombre tranquilo”, Innisfree y Dulces mañanas. Irlanda, protagonista de uno de esos milagros económicos que, como el español… ha terminado convirtiéndose en auténtica pesadilla.

Irlanda.

En el año 2007, el Irish Independent eligió a la novela “Bosque frío”, de Patrick McCabe y publicada en España por la editorial Plata, como la mejor novela irlandesa del año. Pero a mí, el aviso de que “tenía que leerla” me llegó por una vía más directa: creo que fue en el Muro del Facebook que Cristina me decía algo así como “Read or die” (léela o muere) ¿O era que, si no la leía, sufriría algún horrendo accidente? ¿O que caería sobre mí algún tipo de maldición céltica?

El caso es que cuando Cristina sentencia, yo ejecuto. Inapelablemente. Así que le pedí a los amigos de “Negra y Criminal” que me mandaran un ejemplar por vía urgente y, en cuanto me llegó, me sumergí en su lectura.

Una lectura que comienza de forma amable, con un periodista que, de la ciudad, vuelve a los bosques de su infancia, a un pueblo de montaña, a contactar con un viejo músico que mantiene vivas las tradiciones, canciones y músicas de toda la vida. Uno de esos tipos que, como las viejas bibliotecas, son en sí mismos auténticos patrimonios de la humanidad. Un sujeto al que los niños se acercan con cariño y curiosidad y que, por la noche, gusta de beber unas pintas en el pub, refiriendo antiguas historias y leyendas a sus afortunados oyentes.

Sólo que no todo es como parece. Y el noble anciano resulta tener un reverso tenebroso. Y, por su parte, Redmon, el periodista que le entrevista y que ha trabado con él una creciente amistad, empieza a comportarse de forma extraña. Hasta el punto de que su mujer y su hija ven cómo se va alejando de ellos.

A partir de ahí, la narración se va convirtiendo en algo enfebrecido, loco y aparentemente sin sentido. Cada palabra, cada línea, son como la punta de un inmenso iceberg, que flota amenazadoramente bajo el agua del mar. Son como la piedra que, arrojada al estanque, agita las tranquilas aguas mansas en que los nenúfares flotaban plácidamente. Porque “Bosque frío” es una de esas novelas que, más que contar, sugieren, provocan y excitan la imaginación del lector, que nunca sabe a ciencia cierta qué está pasando durante la narración. Pero lo sospecha. Y, cuando de una buena novela se trata, la sospecha siempre resulta mucho más inquietante que la certeza absoluta.

En estos tiempos de relativismo, doble moral, realidades ocultas tras los espejos… una narración como la de Patrick McCabe resulta fresca como el agua del grifo con que, por las mañanas, nos lavamos la cara para sacarnos tanto las legañas como los sueños concebidos a lo largo de la noche, desde la confortabilidad de la cama, tapados y protegidos de las inclemencias del tiempo por un edredón nórdico de plumas… de ganso.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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