Los días de mercurio, por Ricardo Bosque

 

Por Ricardo Bosque

 

Decía Gracián que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y con eso es con lo que el lector se queda tras merendarse de una sentada la última novela de Alexis Ravelo.

Porque sólo son 184 páginas, y escritas con letra gorda, apta para presbitéricos, presbiterianos o como leches nos llamemos quienes tenemos eso en la vista que suele manifestarse a partir aproximadamente de los cuarenta. En mi caso, exactamente a partir de los cuarenta.

184 páginas intensas para contar una historia aparentemente fácil de narrar, un argumento en principio sencillo -hasta que uno trata de desarrollarlo en forma de novela y con la calidad con que lo hace Ravelo- y que parte de algo tan cotidiano en la narrativa como es un tipo del bando de los derrotados que descubre un secreto bien guardado por parte de uno del bando de los vencedores. Y el deseo del derrotado, básico también, de aprovechar ese secreto para conseguir una pasta que le permita salir del país en el que vive su derrota. Como guinda del pastel, la mujer con la que ansía retirarse el protagonista, para más inri, casada con el propietario del bar en el que trabaja como camarero.

Sencillo el argumento, ¿no? Pues ahora a ver quién es el guapo que lo cuenta con la maestría con que lo hace Ravelo. Venga, no te cortes: coge papel y bolígrafo -o plántate frente a la pantalla de un ordenador como el que estás utilizando ahora- y ponte a la tarea. Pero antes lee Los días de mercurio (la iniquidad II) y a lo mejor concluyes que de ningún modo vas a superar el listón.

 

Los días de mercurio (la iniquidad II)
Alexis Ravelo
Anroart


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