La playa de los ahogados, por Francisco José Jurado

 

Por Francisco José Jurado

Al igual que el mar va puliendo las rocas de la costa gallega, con calma y parsimonia, va Domingo Villar entretejiendo la urdimbre de esta estupenda novela. El cadáver de un marinero aparece en una playa desierta con las manos atadas. Todo apunta al suicidio de un hombre solitario y depresivo, incluso el detalle de la ligadura en las manos, pues los marinos se las suelen atar cuando se lanzan al mar para no arrepentirse en el último momento y escapar nadando. Una trama que parece simple pero que esconde rencillas y venganzas del pasado en el marco del opresivo mundo de los pequeños pueblos de las rías baixas, todo aderezado con el extraño hundimiento de un pesquero -y la muerte del capitán del mismo- como eje de la narración. Villar ha diseñado una doble historia, y además lo ha hecho en dos planos: el temporal (pues un hecho acaecido hace muchos años es el motor de la acción) y el delictivo (ya que un antiguo crimen esconde y justifica a otros).

Pero si, durante buena parte de la novela, la acción es lenta y morosa -muy gallega podríamos decir-, en las páginas finales todo se desboca como ocurre a veces con ese mar galaico, y Villar nos ofrece lo mejor del inspector Leo Caldas y su ayudante, ese aragonés brutote y un punto violento llamado Rafael Estévez, pareja que conocimos en “Ojos de Agua” y que se consolida en esta segunda entrega.

“La playa de los ahogados” es, pues, una muy recomendable lectura que no defraudará a ningún apasionado seguidor del género.

 

La playa de los ahogados
Domingo Villar
Siruela

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