Entrevista a Dominique Manotti

 

A principios de noviembre visitaban España Benedicto XVI y Dominique Manotti. El gabinete de prensa del Vaticano no se mostró muy colaborador, y eso que teníamos preparadas algunas preguntas interesantes para el Papa, todas ellas relacionadas con la Santa Sede y el género que nos interesa. Sin embargo, el servicio cultural de la Embajada de Francia en Madrid nos dio todo tipo de facilidades para poder entrevistar a la que tal vez sea la mejor escritora francesa de género negro en activo.

Igualmente tenemos que dar las gracias a Diane Lara -nuestro contacto en la Embajada- así como a Noemí Pastor y Agustín Gil, quienes han hecho posible la lectura en castellano de esta entrevista.


P. Comencemos hablando un poco de su personaje más conocido. Un dicho inglés afirma que «el fútbol es un juego de caballeros jugado por villanos y el rugby es un juego de villanos jugado por caballeros«. Théo Daquin juega al rugby. ¿Es el comisario todo un caballero, a pesar de sus métodos un tanto violentos?

R. Sí, en cierto sentido Daquin es un caballero. Procede de la burguesía acomodada, un medio social en el que abundan los diplomáticos, los altos funcionarios e incluso los militares, pero son raros los policías. Empezó a jugar al rugby con el PUC (Paris Universités Club), pero su afición por este juego tiene un significado adicional: es que el rugby es un deporte que tiene la peculiaridad de permitir que los hombres se toquen, busquen el contacto mutuo y disfruten con ello. Eso sucede, evidentemente, a la vez que rechazan de manera explícita la homosexualidad y ensalzan la amistad viril y el placer de estar entre hombres, que es uno de los asuntos de mi novela Sendero sombrío. En definitiva, el rugby es el único deporte que encaja con la forma de ser de Daquin, porque es mucho menos violento que los métodos que utilizan sus compañeros policías.

P. Daquin, y sobre todo los inspectores Romero y Attali, criados ambos en los suburbios de Marsella, nos recuerdan -en sus actitudes, no en su honestidad- a los policías rompepiernas de Hammett o Chandler. Con policías así, mejor no tener problemas con la Ley, ¿no le parece?

R. Mejor no tener problemas con los agentes de la Ley, lo cual viene a ser lo mismo. En el futuro me gustaría escribir una novela sobre esa parte de la economía capitalista que se basa en la ilegalidad, en el robo en sus diferentes formas, y está perfectamente aceptada e incluso hace de motor, de impulsor de la economía. Me refiero al equivalente, en el siglo XXI, de los ladrones de guante blanco del XIX, que son la base del poder económico de los Estados Unidos.

Por otro lado, esos policías rompepiernas los hay en cualquier comisaría de barrio, para desgracia de los fumadores de hachís y los ladrones de móviles.

P. Al leer Sendero sombrío nos sorprendió la presencia sutil de Ali Agca dentro de la novela. ¿Está basada en hechos reales o se trata de pura imaginación de la autora?

R. En Sendero sombrío respeté escrupulosamente tanto la realidad de los talleres de confección como la cronología de la lucha de los trabajadores turcos, pero, hacia el final de la novela, me permití algunas licencias con la Historia. Escribí Sendero sombrío trece o catorce años después de los hechos que relata y que yo viví en directo. Mientras me documentaba para la novela, me encontré con la noticia de la visita del Papa a París en junio de 1980, visita que yo había olvidado completamente. Entonces pensé: turcos, el Papa… La tentación fue tan grande que cedí e introduje en la trama a Alí Agca, quien en realidad fue miembro de la organización paramilitar turca Lobos Grises. Luego seguí documentándome sobre otros ataques contra el Papa y descubrí que en 1981, antes del atentado semifrustrado de Alí Agca, hubo otro frustrado, en Fátima, perpetrado por un religioso español integrista medio loco que había viajado durante mucho tiempo por Europa y en 1980 residía en Francia, concretamente en la región de Rouen. Le añadí grandes dosis de imaginación y decidí acabar así mi novela.

P. La economía sumergida en Sendero sombrío, antiguos militantes de izquierda reconvertidos en yuppies en ¡A la salida!… ¿A qué se enfrenta Daquin en Kop, la tercera entrega de la serie?

R. Al fútbol: dopaje, tráfico de drogas, blanqueo de dinero negro en traspasos, manejos turbios de representantes…


P. En España, todo el que quiere presumir de progresista afirma que, en mayo de 1968, se encontraba en París. En Francia, casi todo el mundo asegura haber pertenecido en su momento a la Resistencia, pero en El cuerpo negro nos demuestra usted que no siempre es verdad todo lo que decimos de nosotros mismos.

R. Así es. Hay un verdadero abismo entre la realidad histórica y el ideal de identidad nacional. Por eso en Francia los archivos históricos han permanecido cerrados para los investigadores durante tanto tiempo. La colaboración con Alemania fue un fenómeno masivo, completamente enraizado en la historia de Francia anterior a 1940, el racismo francés, la respuesta a las huelgas de junio de 1936 y el Frente Popular. Visto lo que está sucediendo hoy día en Europa, y me refiero concretamente al auge de la extrema derecha xenófoba, deberíamos volver la mirada sobre este periodo.

P. Conexión Lorena, la novela que consideramos más social y negra de las editadas en España, toca temas tan habituales en la prensa -tanto generalista como especializada en asuntos económicos- como la deslocalización o el desvío de las subvenciones procedentes de la Unión Europea. Un buen caldo de cultivo para la novela negra, ¿no?

R. Sí, así lo creo. La crisis actual es una buena materia prima para la novela negra. En mi opinión, la novela negra es la novela de nuestro tiempo, como también lo fue la de los Estados Unidos en la década de 1930.

P. En esa narración no tiene reparo en llamar a las cosas por su nombre. ¿Algún directivo de Alcatel o Daewoo la ha felicitado por la novela?

R. No, no me han felicitado, pero tampoco me han agredido.

P. Paro, inmigración, economía sumergida, políticas ultraliberales, nuevos guetos levantados en los suburbios de cualquier ciudad… ¿Un infierno para los ciudadanos y un paraíso para un escritor de novela negra?

R. Para un escritor de novela negra, sí. Para un escritor de novela policial, no tanto. Para mí, una novela policial comienza con un crimen, con un atentado contra el orden, con un escalofrío de miedo para el lector, y termina cuando un policía descubre al culpable y se restablece el orden. El mensaje está claro: queridos lectores, podéis dormir tranquilos, pues la policía os protege. La novela policial es literatura de evasión, con distintos grados de violencia. La novela negra es algo muy diferente. Nos dice que la condición natural de nuestra sociedad es el desorden bajo una apariencia ordenada. Y que no puede haber final feliz. Casi nunca. La novela negra diseca la realidad contemporánea. Cuando tengo entre manos una novela negra, me gusta que me ayude a comprender esa realidad.

P. Por los temas y escenarios de algunas de sus novelas se la podría encuadrar dentro de aquel fantástico grupo de autores de los 80 integrado por los Manchette, Daeninckx, Vilar… ¿Se considera usted una continuadora del neopolar?

R. Gracias por lo de “fantástico”. Sí, yo al menos me veo en esa línea.

P. ¿Cuáles son sus autores preferidos, tanto en género negro como en cualquier otro? ¿Qué influencia han tenido en su obra literaria?

R. Mis autores preferidos de género negro son los americanos: Hammett, McBain, Ellroy… Y en otros géneros mis preferidos son los grandes novelistas franceses y rusos del siglo XIX y los americanos del XX. Tengo una especial debilidad por Dos Passos. De hecho, debo muchísimo a Ellroy, Hammett y Dos Passos en cuanto a estilo y a la relación que establezco en mis novelas con lo real.

P. ¿Considera imprescindible el compromiso político en la novela negra?

R. No, pero me gustaría matizar un poco esa negación. Yo, al menos, mantengo la misma visión del mundo que cuando militaba en grupos comunistas. O sea, que no he llevado a cabo ninguna “revisión” de mis creencias. Escribo porque, como dice Sepúlveda, “relatar es resistir”. Pero, claro, una novela no es un discurso político, sino que necesita diversidad, riqueza, complejidad y personajes de carne y hueso que la habiten. Luego, el lector penetrará en la historia y le dará su interpretación y su significado político. Por ejemplo, yo leo El Cuarteto de Los Ángeles y me da igual que Ellroy sea de derechas, me da igual su interpretación política del relato (el mismo Ellroy lo ha dicho un montón de veces: estos hombres malvados han construido América), porque posee una extraordinaria fuerza descriptiva, porque disecciona vigorosamente la sociedad americana y me permite extraer multitud de elementos para ir construyendo mi propia reflexión sobre los Estados Unidos y el modelo de vida americano. A mí me gusta que las novelas me proporcionen materiales, valiosos y abundantes, a poder ser, para mis propias ideas, no que me digan qué tengo que pensar, que ya soy mayorcita y puedo elaborar mi análisis yo sola.

P. ¿Qué opina de la política literaria en Francia y en Europa? ¿Qué se lee? ¿Por qué nos cuesta tanto traducir lo que tenemos tan cerca?

R. No me gusta nada el establishment literario francés. Tampoco es que me encante la mayoría de lo que se escribe actualmente en mi país. Pero debo reconocer que se traduce mucha literatura europea, aunque mucha más norteamericana, por la sencilla razón de que los Estados Unidos son la nación dominante desde 1945 y enseguida se dieron cuenta de lo importantes que era exportar sus productos culturales para mantener su hegemonía. Así, han desarrollado una política cultural agresiva y dirigista, que no tiene nada que ver con su presunto liberalismo y les ha funcionado muy bien. Entre otras razones, también porque su cultura es muy viva, muy conectada a lo real, a la historia reciente, lo cual no sucede en absoluto en Francia.

P. Para terminar, ¿sabe cuándo podremos leer en España Kop, la tercera novela protagonizada por Daquin? Y ¿se ha planteado la serie como una trilogía o podremos seguir disfrutando con nuevos casos del comisario y su equipo?

R. Pues, no, lo siento, no lo sé. Y tampoco sé si retomaré algún día a Daquin, pero si lo hago, es seguro que reaparecerá de una manera diferente a la de sus tres primeras novelas.

.38, Revista digital de La Balacera. Entrevista publicada en el número de diciembre de 2010


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